Todos tenemos un ángel, un guardián que nos protege. No sabemos qué forma adoptará. Un día, un anciano. Al siguiente, una niña. Pero las apariencias engañan, pueden ser tan fieros como cualquier dragón. Aun así no están aquí para librar nuestras batallas, sino para susurrarnos que es cosa nuestra, que cada uno de nosotros tiene el poder sobre los mundos que crea. Podemos negar la existencia de nuestros ángeles, convencernos de que no pueden ser reales, pero aparecen de todas formas, en los sitios más extraños, y en los momentos más extraños. Pueden hablarnos a través de cualquier personaje que podamos imaginarnos, nos gritarán a través de demonios si es necesario, retándonos, desafiándonos a luchar.
1 comentario:
Me-encanta.
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