Íbamos las cinco en la camioneta de Ben. A Edith, Danielle y a mí nos tocó sentarnos en la ranchera, mientras que Christie y Rose iban con nuestro “guía” en la cabina.
No sabía a dónde estábamos yendo. Ben nos había hablado sobre una “primera misión”, pero que para ello antes teníamos que aprender a trabajar en equipo y a resolver nuestras diferencias. Yo era la nueva, y no es que hubiera causado muy buenas sensaciones entre las chicas. El primer día que llegué a casa de Ben, Christie me miró como si me estuviera perdonando la vida, y las demás hicieron algo parecido. La única parecía soportar mi presencia era Edith.
Sabía que Christie llevaba mucho tiempo viviendo en casa de Ben, como unos 4 años, y lógicamente, lo estaba pasando mal, ¿pero no estábamos todas en su misma posición? Dos días en esa casa me habían parecido semanas. Las noches eran eternas, y los días se prolongaban tanto como pudiera imaginarlo. Se me estaba haciendo todo insufrible.
De repente, Ben giró bruscamente la camioneta. Nos sobresaltamos y miramos a nuestro lado. Un chico joven con un coche potente y caro intentó sacarnos de la calzada. Miré a las chicas, y le di un toquecito en la ventana a Ben.
-¿Estáis bien por ahí detrás, chicas?
-Ben, ¿qué hacemos? ¡Es como si quisiera matarnos! – Chilló histérica Rose
-Cállate que tú por lo menos estás en la cabina. – Le reprochó Danielle. – Ben, ¿qué podemos hacer?
-Lo que mejor se os da: imaginar.
-Ben, ¿qué hacemos? ¡Es como si quisiera matarnos! – Chilló histérica Rose
-Cállate que tú por lo menos estás en la cabina. – Le reprochó Danielle. – Ben, ¿qué podemos hacer?
-Lo que mejor se os da: imaginar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario