Sigue lloviendo aquí. Es inevitable.
Es una lluvia furiosa, que arremete con fuerza contra todo. Enfadada. Triste tal vez. Malhumorada.
Es la lluvia que precede a la tormenta, la rabia antes de romper a llorar. El enfado y el temblor de manos antes de caer presa de un ataque de rabia.
Y sin embargo, lo peor no es la tormenta, es la propia lluvia. Es el indicador que te dice que las cosas no están bien, que hay algo que falla. Al fin y al cabo, las tormentas no duran para siempre, pero la lluvia sí.
Pero, al fin y al cabo, después de la tormenta llega la calma. Aunque solo sea por un tiempo, pero llega. Un atisbo de esperanza, igual que un rayo de sol en un día nublado. A pesar de que desaparezca, siempre habrá un rayo de sol.
Sólo hay que buscarlo.
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