martes, 4 de octubre de 2011

I must confess...

Confieso... muchas cosas. Demasiadas. Ahora mismo, a las 3.20 de la madrugada tengo un cúmulo se sensaciones extrañas que no dejan de recordarme palabras y frases que he mencionado esta noche. Son muchas cosas las que me han pasado durante toda mi corta vida, y sin embargo, esas cosas malas (en su mayoría) hayan sido las que más me hayan ayudado a ser yo misma. Que después de todos mis problemas, preocupaciones y movidas haya sido capaz de encontrar un sitio en el que encajar, en el que pueda respirar, en el que pueda hacer cosas sin miedo a que alguien me lo reproche. A poder abrir los ojos y ver todo aquello que durante mucho tiempo mis lágrimas estuvieron tapando. A sentir de nuevo la brisa de la vida y dejar que me envuelva y me arrope con sus brazos.

Confieso que muchas veces he pensado que mi vida era un maldito cúmulo de contradicciones, que era incapaz de llevar una vida "normal", que era incapaz de hacer cosas normales que hacía la gente normal. Pero desde hace un tiempo me he dado cuenta de que la normalidad no existe, que todos somos algo raritos, y que esa rareza es lo que nos hace tan humanos, tan distintos unos de otros pero a la vez tan cercanos, con esa magnífica capacidad de hablar, de compartir, de sentir lo mismo, de saber que aunque pensemos que estemos solos, no lo estamos. Porque de vez en cuando hay que abrir los ojos y mirar lo que hay a tu alrededor. Incluso de mirarte a tí mismo y de ver lo que escondes dentro, porque puedes llevarte una sorpresa.

Confieso que a veces me he martirizado con la idea de que no sirvo para nada. Confieso que tras muchos daños y años, me he dado cuenta de que todos, absolutamente todos, tenemos la suerte de poder cambiar nuestro mundo interior, y también tenemos nuestra oportunidad para cambiar el mundo que hay a nuestro alrededor.

Confieso que he descubierto mi clave de inspiración. Esa musa perfecta que tantas veces se resiste a aparecer. Eso que tanto ansiamos encontrar y que muchas veces está delante de nuestras narices.

Confieso que desde hace unos 4 años, aproximadamente, cuando estaba en el insti, solía pensar muchísimo en lo que me había pasado en mi vida durante los años anteriores. Pensaba que, contando mi vida, aderezándola con algunos ingredientes, como música y tal, podría escribir algo que me hiciese recordar de vez en cuando lo que me había pasado e imaginarme lo que me pasaría en un futuro. entonces, llegado a cierto punto de mi existencia (2º de bachiller) me di cuenta de que no podía imaginar más allá de lo que me pasaría en un futuro, así que decidí expandir mi mente, es decir, me quedaba sentada en mi habitación, con música instrumental de fondo, esperando a ver qué se me pasaba por la cabeza y en una de estas nació Crime.
Pero lo mejor... Y este es mi truco/secreto... Es observar, mirar con atención, escuchar cada susurro, ver cada movimiento, sentir el latido de la gente y de las personas, perderte por la calle mirando carteles, viendo escaparates, pegando la oreja para escuchar cosas interesantes... Dejar que el mundo entre en tí de lleno, que te empregne de su esencia. Eso es lo que me ha llevado a escribir desde hace un par de años.

Confieso que esta noche, después de mucho tiempo, me he vuelto a sentir viva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro por ti, así de simple. Es bonito ver que alguien encuentra su lugar, aunque sea algo temporal. Es bonito ver que alguien conecta/fluye con el mundo y que es capaz de respirar emociones, que es capaz de tocarlas. Hay que abrir lo ojos, está claro, aunque sea un rato.